ROJAS ZORRILLA, Francisco de (1607-1648)
Nació en Toledo el 4 de octubre de 1607; sus padres eran Francisco Pérez de Rojas (militar de profesión) y Mariana de Besga. Cuando Rojas contaba con tan sólo tres años de edad, su familia se trasladó a Madrid, residiendo en la plaza del Ángel. Allí tenía escuela el calígrafo Pedro Díaz Morente, con quien Rojas aprendió las primeras letras. Aunque se sabe que fue estudiante hasta 1636, y que en su primera escuela madrileña coincidió con Calderón de la Barca, se desconoce su itinerario académico; al parecer, pudo haber comenzado a estudiar Humanidades en Toledo, pasando después a las universidades de Salamanca y Alcalá; no queda, sin embargo, constancia documental de su paso por estas instituciones.
Sí hay testimonios de su actividad literaria en Madrid en 1631, y ya Pérez de Montalbán comentaba su fama como dramaturgo en su Para todos, de 1632. Por esos años obtuvo un gran éxito con la comedia El monstruo de la fortuna, Felipa Catanea, escrita en colaboración con Calderón y el propio Montalbán; en años siguientes continuaron sus colaboraciones con autores como Luis Vélez de Guevara o Antonio Coello.
Fue desde muy pronto uno de los dramaturgos favoritos del rey, dando muchas representaciones de sus comedias en Palacio; en 1640, por ejemplo, se escogió su obra Los bandos de Verona para inaugurar el Coliseo teatral del Buen Retiro; ese mismo año se publicó la Primera parte de sus comedias. El rey quiso que fuera también Rojas el encargado de uno de los vejámenes que se hicieron en las festividades celebradas en la Corte en 1637; al parecer, las burlas de Rojas sobre algunos escritores y personajes notables provocaron una venganza en forma de atentado, el 24 de abril, que le dejó graves heridas.
Rojas Zorrilla tuvo una hija con María de Escobedo, mujer de un cómico llamado también Francisco de Rojas; esa hija se convertiría con el tiempo en la famosa actriz Francisca Bezón, la Bezona. En 1641 Rojas contrajo matrimonio con una mujer de familia distinguida, Catalina Yáñez Trillo de Figueroa; dos años después el rey le concedió el hábito de la Orden de Santiago, aunque el nombramiento se interrumpió al denunciarse que tenía antepasados judaizantes, condenados a la hoguera por la Inquisición. Intervino Quevedo en el proceso, consiguiendo que Rojas ingresara por fin en la Orden en 1646.
En 1645 había publicado la Segunda parte de sus comedias, aunque su actividad teatral se había paralizado por la prohibición de representaciones decretada tras la muerte de la reina Isabel en octubre de 1644; dos años después murió también el príncipe heredero Baltasar Carlos, con lo que la prohibición de las comedias no se levantaría hasta el nuevo matrimonio de Felipe IV con su sobrina Mariana de Austria en 1649.
Rojas Zorrilla no llegaría a ver el levantamiento de la prohibición, ya que murió el 23 de enero de 1648. Dado que no se le conocen dolencias ni enfermedades anteriores, y que no dejó testamento, se ha supuesto que la prematura muerte del dramaturgo toledano pudo producirse de forma violenta.
El corpus de obras teatrales de Rojas presenta numerosas dificultades bibliográficas, siendo uno de los dramaturgos con mayor número de piezas de atribución dudosa o apócrifas. Fue durante una larga temporada uno de los autores de más éxito, cuyas obras gozaban de mucho gancho editorial; en la década de los 30 sus estrenos en Palacio se hicieron insustituibles.
Combinó su gusto por los asuntos más dramáticos y violentos (en tragedias propensas a la exageración y la truculencia) con un tratamiento humorístico muy fino en algunas comedias excelentes, donde sus ridículos figurones adquieren la categoría casi de paradigmas del género. Cultivó también los asuntos religiosos en algunas comedias y en varios autos sacramentales, género en el que consiguió obras logradas. Suelen destacarse de entre su repertorio dramático la comedia Entre bobos anda el juego y el drama de honor Del rey abajo, ninguno.
En varias ocasiones se ha puesto de manifiesto el “feminismo” latente en varias de las obras de Rojas Zorrilla, donde los puntos de vista acerca de la mujer se alejan ciertamente de la misoginia tradicional en la literatura áurea.